Llego hace unas horas de firmar el contrato para el trabajo que empiezo el lunes (por cierto, off topic: me han puesto un video de seguridad laboral en la oficina que era para verlo: grabado a principios de los 80, todo lleno de señoritas con la permanente y con un horrible doblaje sudamericano que no estaba ni sincronizado ni leches con la boca de los tipos), y resulta que hoy al mundillo blogeril le ha dado por ponerse nostálgico y recordar los cómics que más nos marcaron en nuestra infancia. Y yo intento poner mi granito de arena, y me encuentro con un problema: que de pequeño no leía comics. Ya se que parece raro en un tipo que ahora tiene un blog de cómics y que se deja cada més un pastón en cómics de todos lo géneros, pero es verdad. Algún dia os explicaré como diablos he acabado metido en esto, porque tiene su gracia, por lo raro. Bueno, el caso es que salvo Mortadelo y Filemón (que eso sí, los devoraba sin descanso), y algún Don Miki, no leía nada más. Ni Superman, ni Spiderman ni la Patrulla X, ni Asterix, ni Tintín ni nada de eso. Ni siquiera me interesé por el manga en aquel primer boom de principios de los 90. Así que, ¿qué pongo? Pues mis elegidos van a ser estos 2:
- El Concurso-Oposición. Se me hace dificil elegir un Mortadelo, porque en aquella primera época había montones y montones de álbumes buenísimos, pero finalmente me quedaré con éste. Es de los que tenía perdidos y recuperé hace relativamente poco, y me muero de la risa cada vez que lo releo (y van...).
- Judge Dreed nº 1, de Zinco. El debut del Juez Muerte y de sus 4 jueces infernales, editado hace unos años por Dolmen en blanco y negro, y que apareció en el número 1 de la edición de Zinco en color. Os he dicho que en aquella época no leía anda de americano ni de europeo, y no es exactamente cierto. Tenía unos cuantos Dredds, comprados a precio de saldo en el mercadillo, con la saga de La Tierra Maldita y la Guerra contra el Juez Cal, y me encantaban. Tenían todo lo que un chaval podía querer en un cómic: acción, monstruos mutantes, desiertos radiactivos, un mundo postapocalíptico, personajes con trajes molones y pistolas futuristas. Vamos, que molaba, como diría un adolescente típico. Y lo mejor es que luego vas creciendo, te los vuelves a leer y sigue molando, pero encima captas todo el humor negro, la crítica social y el mensaje que se te escapaba cuando eras un crío. Ojala alguién se atreviera a hacer una edición completa de Dredd en España.
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